25 de noviembre de 2009

De mi cotidianidad...



Caminaba, y de pronto decidí abordar otro camino, un camino que salió de la cotidianidad de ruta que sigo, quería ver que había más alla de esa calle poblada en donde el ruido y la rapidez te sumergen en el juego del correteo y la prisa.

Fui por una calle despoblada en donde la inseguridad que te expresa el medio se chocó con la realidad: el borracho de la esquina, la señora de la tienda que de vez en vez asoma la cabeza para ver si hay alguien por la calle, raramente transitada; los dos que tres carros que pasan cada 10 o 15 minutos.

Y contra eso, el querer descubrir algo más... Encontrarme en la soledad del paradigma despedazado, y poblar la realidad de nuevos juicios de valor.

Los que se enfrentan ante la preconcepción y que ganan cuando uno está dentro de esa realidad, combatiéndo ese imaginario preconcebido, de manera tangible.

No recuerdo haber visto ningún ladrón, o al menos no me robaron jeje...

Además aproveché para escuchar el sonido que se traslada de un espacio a otro como breve murmullo. ¡Por fin encontré que en la calle si había sonido!

El que descubrí y logré escuchar luego de lidiar en su contradicción con el silencio pretendido. Ese sonido que lo rompía, que se diferenciaba del ruido cotidiano de millones de, lo que en algún lugar llegan a ser considerados, sonidos particulares;
que cuando se conjugan y se condensan llegan a componer una espesa masa llamada ruido.

La invisibilidad de la gente esta vez se alejaba lentamente, y comencé a percibir los detalles, es impresionante como en la rapidez, en la multitud, en el tráfico todo pasa tan rápido y cómo uno deja que todo pase inadvertido o que su fugacidad invisibilice todo.

Que loco es esto!...

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